domingo, 13 de enero de 2013

La casa del taxidermista


Has venido buscando una textura para cada figura
y yo no puedo más que ofrecerte una escudilla donde nieva siempre
incluso dentro de la casa Pero entra aquí están todas las especies
que desconozco minuciosamente Te pido que grabes sus nombres en las peanas
mientras vacías la escudilla y sacias a la vez la sed y el hambre
Puedes tocar y penetrar yo estaré atento
a los puntos de mi cuerpo susceptibles de un brote empático:
un pliegue de piel avanzando por el pecho como si se desprendiese una marea retenida
si hundes tu mano en un plumaje
un párpado deslizándose de un extremo a otro de la frente
sin llegar a abrirse y desapareciendo entre el cabello como un cuco mudo
si aprietas tus yemas contra unos ojos de plástico
Puedes entrar en una vitrina y sacudirte el peso de mi ignorancia
corriendo por un prado en el que cada brizna de hierba es una mácula sagrada
recuperar la fragancia de una espada al mezclar su herrumbre con el aire y la tierra
cuando cavas para desenterrarla sin saber que estaba ahí
hasta que se desvanece y hiere ( en mi mano es visible la impresión de unas pisadas
y un alarido cuando se despeñan entre mis dedos )
Hay muchos objetos aquí
lo mejor es cuando el polvo se aparta de las cúpulas y cede a los trazos
se deja dibujar sobre el cristal lo que ha significado su mirada vieja contra la carne pura
y arrastra tu mirada por su carne fruto de la erosión
del rozar y el cubrir la transparencia para que el velo sea leve y al apartarlo inventes
lo que perdió su cuerpo en esta casa
Ve donde quieras sólo avísame con gestos incomprensibles
cuando tu lengua esté dormida helada
para llevarte hasta la puerta
Te agradezco los nombres que me has dado
Tendré que hacer vitrinas nuevas