martes, 4 de diciembre de 2012

Cáliz


Nada más que el rezo silbando por las cavernas debajo de la cara
apoyada en la mano hueca Su resina lenta pero ágil
como si volase entre las copas de los árboles
por última vez engendrada y expulsada
más ligera que el vapor más olorosa Humor de luz
se lame y se decapa Sangre de ninguna herida por gravedad
acude a lo alto de las yemas al llano de la frente adonde empieza
el hombre de pie sobre su cráneo
y después se tiende
apoyando en el hueso su mejilla que no está
En el cáliz horadado estoy
bajando por la escalera de su tallo
hasta el pie
que sostiene la mano que lo aferra