Mientras las copas de los cipreses se unen formando
una sola llama verde,
piensa:
será que mi dolor no es todo lo grande que merece
esta conjunción y es por eso que la veo;
así que habrá que establecer un nuevo canon de dolor
para la realidad
y decir ahora que esto que veo no es real,
tan sólo un símbolo fugitivo
entre símbolos estériles;
habrá que cerrar los ojos,
sacudir las manos en el vapor,
imaginar un perfume para cada gesto del lenguaje prensil
que nada toma y todo agota
Pero están las copas de los cipreses decreciendo en una sola,
y si fuerzo la imagen y (puesto que lo que veo no es real)
la materia, alcanzo a darle forma a otras resonancias:
la niebla como halo o precipicio alrededor del ciprés,
la carcasa de los bosques sonando como una flauta no tallada
con la boca apoyada en una boca errante;
los demás árboles y los demás arbustos
y las demás imágenes copadas
por la presencia de la danza de la llama verde que todo lo deshace
menos a mí
que pienso que mi dolor no es todo lo grande que merece
lo que veo,
lo que no se deja hablar,
lo que me sobrevivirá