Dulce, en el vano apoya la cuadriga
Ya no es su ama
Al abismo caen los caballos
dorados Hurga con la linterna de sus ojos
la oscuridad de la caída iluminada
y siente la cordada veloz del intestino
precipitándose con toda su carga
Ve un nudo deshecho
Ve caer cerebro, lengua... ve el velo;
ve la descomposición de las estrellas en la fosa del cielo
Ve, ve, se arroja, acude adonde está
el aliento enroscado a un dedo de piedra
que recorre los labios de la matinal sonrisa incardinada,
que cierra el párpado del sol